Entendiendo las rabietas

Que los niños tengan rabietas es algo tan normal como común. Pero, ¿por qué suceden?, ¿son todas iguales? Pues vamos a intentar responder a estas preguntas y a intentar entender un poco más a nuestros hijos.

Nadie se enfada porque pone a su bebé de cinco meses a 
caminar y este no lo consigue, ¿verdad? Entendemos que todavía no está preparado para hacerlo, que tiene que madurar más. Pues con los mecanismos que regulan las rabietas ocurre lo mismo. Tal y como describe Siegel, el cerebro inferior (tronco cerebral y sistema límbico), encargado de funciones básicas como la respiración, las reacciones innatas, los impulsos y las emociones fuertes como la ira o el miedo, está plenamente desarrollado al nacer. Mientras que el cerebro superior (corteza cerebral), encargado del pensamiento, la imaginación o la planificación y, responsable de la toma de decisiones, del control de las emociones y del cuerpo, de que nos entendamos a nosotros mismos y de que sintamos empatía, a la vez que nos hace tener sentido de la ética, no alcanza la madurez hasta después de los veinte años.

Los niños, de por sí, viven con el cerebro emocional, con el inferior y más primitivo, si a esto añadimos que se encuentran en plena rabieta, se entiende, que están presos de sus propias emociones y que por mucho que en ese momento intentemos explicarle que no está bien que actúe así o que no va a conseguir lo que quiere, será incapaz de razonar y entender lo que queremos explicarle, ya que su cerebro superior todavía se está desarrollando. No será hasta la edad adulta cuando esta parte del cerebro gane a la parte más emocional, a ese cerebro primitivo que guía el comportamiento de los niños.

Nuestro cerebro funciona mejor cuando ambas partes, inferior y superior, están integradas. Por eso, es nuestra responsabilidad como padres, ayudar a nuestros hijos a desarrollar esa integración. Así, poco a poco, nuestros hijos aprenderán a usar el cerebro superior: tomar decisiones adecuadas, controlar sus emociones, empatizar, etc.

¿Cómo ayudamos a esa integración? Con las temidas rabietas podemos hacerlo. Para ello vamos a diferenciar los tipos de rabietas y cómo actuar en cada una de ellas.





Rabietas superiores o “rabietas reto”

Las llamo rabietas reto porque el niño claramente nos está retando. El inicio de la rabieta es consciente. Al igual que decide cuando comenzarla puede decidir cuándo terminarla (imposible de hacer en una rabieta emocional). Aquí se ve claramente que está usando el cerebro superior, ya que tiene la capacidad de controlar sus emociones y de tomar la decisión de terminar con ella. Este tipo de rabietas se dan en niños de más de tres años, puesto que antes, su corteza cerebral todavía no se ha formado, por lo que no pueden tomar este tipo de decisiones. Ejemplos:

Nuestro hijo de cinco años se sienta en medio de la calle y nos dice que si no le compramos un helado no va a continuar andando.
Pasamos por una tienda y nos dice que quiere esas zapatillas YA.
Si no me das de comer macarrones tiraré todo lo que está en la mesa.
Si no vamos al parque no recojo los juguetes…
Como vemos, el niño impone, reta, amenaza. Puede dar la sensación de que ha perdido el control totalmente mientras grita o llora, pero podemos ver que es una rabieta superior porque si cediésemos ante esa amenaza o exigencia (le compro el helado, las zapatillas o le doy macarrones), la rabieta cederá instantáneamente.
Este tipo de conductas en el niño, son un medio para conseguir un fin.

¿Cómo actuamos?

Las rabietas de este tipo nos piden a gritos la puesta de límites. Aquí, no hay negociación que valga. Una buena respuesta podría ser: “Entiendo que prefieras comer macarrones, pero si tiras todo lo de la mesa lo tendrás que recoger y no podrás jugar. Vamos a comernos las lentejas y mañana comemos macarrones”. Si finalmente el niño sigue adelante con su amenaza tú también deberás cumplir lo dicho, deberá recoger y no podrá jugar.

Siempre intentaremos no ponernos a su nivel, es decir, le hablaremos con calma, sin alterarnos y dándole la posibilidad de que esa rabieta no se desencadene, no le retamos. Si somos firmes y constantes, y dejamos claro qué conductas no son aceptables, estas rabietas irán desapareciendo. El niño comprenderá que no sirven para nada, “así no consigo lo que quiero”.

Rabietas inferiores o emocionales

Estas no son conscientes ni anunciadas. Normalmente nos pillan por sorpresa y no sabemos, ni nosotros, ni el niño en muchas ocasiones, qué es lo que pasa. El niño es totalmente incapaz de controlar sus emociones y da exactamente igual que le demos una larga explicación, no nos entenderá. Suceden por algún acontecimiento que impacta en el niño y le provoca una emoción desagradable que todavía no sabe gestionar (frustración, enfado, cansancio, ira, hambre…). Ejemplos:

Nuestro niño de tres años, en pleno periodo de adaptación al cole, de camino a casa, “pierde los papeles” y se pone a llorar y a gritar. Después nos dice que está triste porque no se quiere separar de nosotros.
Nuestro hijo de cinco años no para de llorar y gritar porque lleva un buen rato buscando su juguete favorito y no lo encuentra.

¿Cómo actuamos?

En estos momentos el niño se encuentra en pleno secuestro emocional, ha perdido el control y, sólo es capaz de llorar y gritar.

No tiene sentido intentar razonar con él o buscar una explicación, por tanto, la respuesta adecuada es intentar tranquilizarle dándole tiempo y cariño. Intenta abrazarlo y acariciarlo, pero si no quiere déjalo. No le amenaces ni le grites, recuerda que su cerebro racional no puede actuar y no lo está haciendo a propósito. Si el niño siente que estamos a su lado sin juzgarlo, intentando entenderlo y sobretodo dispuestos a darle cariño, el proceso durará mucho menos.
Cuando el niño esté más tranquilo hablaremos sobre lo que ha pasado e intentaremos buscar una solución. De este modo, aprenderemos a abordar posibles situaciones futuras similares.
En otro post veremos estrategias para evitar que se produzcan las rabietas.

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